Altamirano era el tipo mas divertido de la escuela. Flaquito y largo como desesperanza de rico, inconfundible con su guardapolvos blanco emparchado pero almidonado y planchado como ninguno, que le quedaba como le quedaría a Stan Laurel el guardapolvos de Oliver Hardy, de piel morena, pelo negro que de tan oscuro reflejaba azules y ojos pardos llenos de una alegría tan inquieta que cuando te parabas a hablar con él de frente te obligaba a seguirle la mirada para todos lados. Era muy simpático y tenía la costumbre de apoyarte su mano de dedos largos en el hombro mientras desplegaba una sonrisa blanca y sincera que de inmediato contagiaba a todo el mundo. Las pibas, que siempre se andaban fijando en otros aspectos que los pibes no manejábamos, decían que parecía un príncipe moro y él lo justificaba plenamente tratándolas como a princesas reales, haciéndoles monárquicas reverencias y saludándolas con románticos besamanos. Fue por aquel entonces cuando le apodamos Rodolfo Valentino y nos imaginábamos al flaco Altamirano con turbante. Todos nos meábamos de risa pero él, lejos de sentirse ofendido o avergonzado, en cuanto veía que alguien se estaba divirtiendo se anotaba hasta para reírse de sí mismo. Ahora con el tiempo, veo que mas que hacernos gracia nos daba un poco de esa especie de envidia que despierta entre galanes la admiración femenina. Yo creo que la maestra le hacía pasar al frente nada mas que para que el flaco le arrancara la primera sonrisa del día. Jamás faltaba a clase, llegaba siempre temprano, sobre todo los días de lluvia, y su libreta de calificaciones parecía una de esas filigranas que pintan en los colectivos, todos ochos, nunca un diez pero tampoco un aplazo. A la salida, en el tumulto de la puerta del colegio no dejaba de saludar a nadie, a las maestras, a los pibes de los otros grados y hasta a las madres que venían a buscar a los mas chiquitos, siempre desplegando su inmaculada sonrisa y siempre contagiándola.
Pero el flaco Altamirano entro en la galería de mis recuerdos imborrables el año aquel en que no pude irme de vacaciones. Mi viejo había perdido el empleo y no lo había vuelto a encontrar. Ni siquiera la recuperación del aplazo en matemáticas, ni siquiera el color verde esperanza de mi libreta de calificaciones le habían podido levantar el ánimo. Nada, las vacaciones estaban perdidas y lo peor era que justo en medio de la felicidad del fin de las clases un insalubre clima de angustia invadía las paredes de la casa. Ayudado por el calor del sol y los malestares espirituales, me aferré a la costumbre de salir a la vereda a la hora de la siesta y sentarme en el silencio del tapialito de la esquina a ver como la inmovilidad de las horas del verano se llevaba las vacaciones a la rastra. Hasta que un buen día, promediando el mes de enero, -Buenas tardes-, escuché -Buenas tardes- le contesté sobresaltado a aquel personaje que había salido de la nada rompiendo la monotonía con tanta jovialidad. -Necesito que me des una mano para rescatar al pobre Superman- dijo. Extrañado estiré la cara, la boca se me arqueó como una u invertida y se me achinaron los ojos intentando descubrir quien era. -¿Altamirano?- pregunté -Si, ¿quién voy a ser sino, Rodolfo Valentino?- contestó y largó una risa franca que hizo salir trinando a una bandada de gorriones. -Perdoná Altamirano, así sin el guardapolvos no te había reconocido- le dije saliendo del tedio y a punto de contagiarme de su natural simpatía. -Es que sin guardapolvos somos distintos, como los almaceneros cuando salen de atrás del mostrador- me dijo como disculpándome y esa simple imagen ya me empezó a hacer cosquillas en el aburrimiento -¿Y quién es Superman?- le pregunté entonces intentando seguir lo que creí que era un chiste. -Superman el del traje azul con capa roja- me confirmó, y ahí se me aflojó la risa y mi estado anímico dio un tumbo. -Bueno- le dije -Vení que le aviso a mi mamá y te ayudo a salvarlo-.
El flaco Altamirano se quedó en la puerta mientras yo le preguntaba a mi vieja si podía ir con un amigo del colegio a ayudar a Superman, a lo que ella, con una renacida sonrisa que me llamó poderosamente la atención, me preguntó lo mismo que yo le preguntara al flaco -¿Y quien es Superman?.
La cuestión es que mientras tramitaba el permiso y le aclaraba a mi vieja que Superman era Superman, y ya inmersos en una indescifrable alegría que iba y venía, el flaco Altamirano se había encontrado con mi viejo en la puerta, le había dado la mano reclinando el cuerpo hacia adelante, se había presentado explicándole quien era y le había contagiado una sonrisa que lucía en medio de una de esas caras largas que traía invariablemente después una nueva decepción laboral. Mi vieja y yo, sin dejar de sonreír, nos fuimos acercando a la escena que veíamos medio a contraluz.
- ¿Carpintero?- le decía el flaco a mi viejo -que lindo oficio, me encanta la carpintería- y mi viejo asentía con la cabeza sin perder esa llamativa sonrisa como la de mi vieja y la mía, recuperadas vaya uno a saber porqué, aunque lo que fuera ya estaría indudablemente relacionado para siempre con el flaco Altamirano.
Pero lo mejor estaba por venir, porque en un momento dado, el flaco utilizó aquel gesto suyo tan característico, le apoyó la mano de dedos largos en el hombro a mi viejo, y moviendo alternativamente el filo de la otra mano enumerando cuadras en el aire, dijo -Una... dos... tres cuadras para allá, al lado de la cancha bochas, ¿vio?, hay un cartel que dice, “Se necesita carpintero”-.
Altamirano vivía en un ranchito marginado por la avenida. -Es aquí- me dijo- y al instante se me hizo mas admirable que nunca la alegría de vivir que repartía continuamente. Ahí me di cuenta que la avenida dividía a la ciudad en barrios pobres y menos pobres, la pobreza cortaba exactamente por el medio a la solidaridad humana, la solidaridad humana, a su vez, partía por la mitad a las clases sociales y las clases sociales destrozaban la patria en lugar de conformarla. Fue la primera lección verdadera que aprendí ese año, que las mejores vacaciones son las que se pasan en el corazón de uno mismo y que todos estábamos hechos pedazos pero que el flaco Altamirano estaría siempre más entero que un universo.
Superman era Superman, el del traje azul y la capa roja, y estaba atrapado, según me terminó especificando el flaco, abajo de la abuela Filomena. El flaco Altamirano vivía con su abuela y un perro que respondía al nombre de Llamasares y doña Filomena y Llamasares eran tan simpáticos como el flaco Altamirano. Nos trepamos al respaldo del sofá y una vez ahí arriba el flaco me fue indicando como levantar suavemente a la abuela enganchándola de las axilas para así liberar a Superman. No habían pasado mas de veinte minutos desde mi encuentro con el flaco y no recordaba haberme sentido tan feliz en toda mi vida. Doña Filomena se ayudaba con un bastón y nunca se dejaba de reír ni de hacer unos cómicos resoplidos. Cuando la hubimos despegado lo suficiente del sofá, el flaco lanzó un chiflido alertando a Llamasares y Llamasares se metió debajo de las faldas de la abuela y salió entre sus pantuflas aprisionando una revista con las fauces. Era una revista de historietas, me di cuenta porque en la tapa Superman volaba libremente en el atardecer de Ciudad Gótica, un atardecer inolvidable en el que, cuando llegué a mi casa, a mi viejo lo habían contratado en la carpintería y en el que vi por primera vez a mi vieja dándole un beso en los labios.
Lo inexplicable fue que nunca mas volví a ver al flaco Altamirano. Su imagen esbelta y delgada, que nos llevaba una cabeza, en todos los sentidos, a los demás, no volvió cuando empezaron las clases. Yo lo esperé ansioso en la puerta para devolverle la revista de Superman que me había prestado pero sonó la campana de entrada y no apareció. Estuve toda la clase mirando la tapa donde Superman seguía volando en el atardecer de Ciudad Gótica. Fue la primera lección que aprendí ese año, que las mejores vacaciones son las que se pasan en el corazón de uno mismo y que todos estábamos hechos pedazos pero que el flaco Altamirano estaría siempre, fuese donde fuese, más entero que un universo.
24 comentarios:
me arrancaste una lagrima nostalgica y un deseo desesperado por saber si el flaco altamirano esta bien, si sigue siendo tan macanudo e irradiando buena onda... por donde andara?
therealfunkydog.blogspot.com
Hellow True:
El flaco Altamirano era Súperman y vivía, como corresponde, en Smallville que, como su nombre lo indica, en la vida real era el barrio mas pobre, pero en los atardeceres de aquel verano Súperman sobrevolaba Ciudad Gótica, que en la vida real era el barrio menos pobre y por donde pasó a rescatar al apesadumbrado Batman de sus malogradas vacaciones. La metáfora lo que tiene es eso, la fantástica posibilidad de demostrar que Funky dog podría llegar a ser un pariente lejano de Llamasares o que tus emociones han pasado a formar parte de mis energías. Muchas Gracias.
che tomi te vi en lo de grillo,que bueno que tengas un blog!sos capo
Un saludo
q grande, el flaco.
hay gente q siempre tira para adelante, y otra q siempre cuenta chistes, pero el flaco era completo.
por q no fuiste a la casa a devolverle ala revista?
Tomi querido! que buena historia ... que bueno es recordar cuando uno vio y sintio por primera vez esas cosas que lo acopañan todavia.... por ahi.. en un rato de pausa, en el olor de una revista, un dibujo conocido ...
o en el aire del atardecer de Ciudad Gotica...
volando...
¿Cuando andas por Argentina Tomi querido? hay que hacer un asado con vino, chori y escarbadientes...
Saludo!
Leo!
Hola Piero:
Muchísimas gracias y, como mínimo, lo mismo digo. Pasar del bloc al Blog tiene lo suyo. Crist, por ejemplo, después de los asados multitudinarios, pelaba el bloc de bocetos y se ponía a hacer caricaturas a los comensales de las mesas vecinas, diluía las líneas con el culito de tinto que le quedaba en el vaso, arrancaba la hoja y se la entrega al circunstancial modelo. Nunca faltaba quien le recompensara con una champaña reconociendo la obra de arte. Ahora también tiene Blog, pero no creo que haya dejado de poner en práctica aquel vital ejercicio del contacto humano. Al primero que vi implementar en Internet el gesto de arrancar la hoja del bloc y pasarla al Blog como un inesperado y sorprendente regalo fue a Oscar, invitando así a mantener aquella sana costumbre de la no virtualidad y resignificando aquello de que nada se crea, todo se transforma. Ahora todos tenemos Blog y nos descubrimos unos a otros.
Hola Oenlao:
Te contesto en primera persona para seguir la línea del cuento, pero no era yo (y tampoco era un cuento). Fui. El barrio pobre estaba lleno de milicos. Me acerqué a la puerta del ranchito del flaco con la revista enrollada. Un milico que estaba en la esquina me gritó -¡Eh!, ¡Pendejo de mierda, circulá!. El final todavía está abierto, mas abierto que un tajo en la panza.
Hola Leo:
Los hijos de los refugiados políticos chilenos en España dibujaban el paisaje de sus altísimas montañas en sus cuadernos de primero inicial. Con el paso del tiempo las montañas iban perdiendo y perdiendo altura hasta desaparecer en un horizonte plano. Era una de las anécdotas que contaban los psicólogos europeos de los ochentas. Yo siempre me ando cuidando de volver para que no se me borren las barrancas del Paraná. Incluso sin volver. De esa forma ya estuve en ese asado, y te estoy dando un abrazo amigo mío.
y yo tambien te abrazo... te palmeo el hombro y te doy el dibujo que te queria dar...
...ahi lo subi a mi blog para que te llegue con la distancia. Pero ojo!, que al mismo tiempo seguimos dibujando, con escarbadientes en mano y los olores del Paraná...
Me has hecho emocionar Tomi.
Un abrazo.
Hola Tomi. Yo de nuevo, no quiero desentonar con los comentarios publicado asì que serè breve, terminè el video. Queda invitado maestro.
Saludos.
antes que nada pido perdon por leer entero el post...no soy muy adepto a leer textos en la pc...igualmente a mi pasa siempre con los olores,un movimiento de pagina quizas levanta un leve olor y me transporta a miles de lugares ...que bueno es recordar y tener que recordar es mas importante.
sin mas que decir ...lo veo mañana ,en sentido figurado,corro a comprar la fierro.
saludetes !
Barquito de papel, sin nombre, sin patrón y sin bandera, navegando sin timón donde la corriente quiera. Aventurero audaz, jinete de papel cuadriculado, que mi mano sin pasado sentó a lomos de un canal...decía Serrat. Gracias Leo
Hola Hache:
Cuando la intensión es sana, la emoción es dulce, y la intensión es sana. Sepa usted disculpar.
Hola de nuevo Hache:
Invito desde aquí a la distinguida concurrencia al estreno de su obra, le felicito de todo corazón y sepa que le estoy aplaudiendo. Un abrazo grandísimo y, pasen señoras y señores, pasen:
http://hugodelabarrera.blogspot.com/2009/01/intrprete-rocenrolando-tema-una-lenta.html
Hola Matías:
No hay que pedir perdón (sobre todo cuando se es jovencito), Anselmo, el personaje de una vieja historieta llamada Caleidoscopio, decía que perdón era una palabra tan estúpida como la palabra gracias, y algo de razón tenía. Perdón se dice cuando se comete un error, y errar es tan humano que no hay ni uno solo de nosotros que no haya cometido varios, incluso en un solo día, por lo tanto andar pidiendo perdón cada vez que erramos nos llevaría a perder una cantidad sustancial de nuestro precioso tiempo inútilmente. En el caso de la palabra gracias el motivo es mas folklórico, gracias se le decía al cebador, por ejemplo, para desvincularse de la ronda y, honestamente, nadie tiene la intensión de boicotear la estimulante costumbre de relacionarse. Una cosa importante. Ya he aclarado por aquí que no necesariamente mis historietas aparecerán en la revista Fierro cada vez que haya puesto "de próxima aparición" en las entradas de presentación de las mismas en este blog. De todos modos la inobjetable calidad de la susodicha revista siempre deja asegurado vuestro entretenimiento. Igual, no pido ni perdón ni doy las gracias por ser perdonado, como diría Anselmo. Un abrazo.
No se que decir.
Un abrazo Tomi.
estar siempre atentos al ángelus...
Hola Hache:
"No se que decir" es la respuesta mas humilde y sabia que me han dicho en muchísimo tiempo.
No te entendí muy bien Viruta, pero el ángelus es la hora de los suicidas, así que atentos tendrán que estar los que anden disgustados con esta vida. Nosotros, en cambio, que nos hemos alimentado con mamaderas de tango, estamos salvados por una cuestión de anticuerpos. Un abrazo.
bueno, no era para ese lado la cosa, sino más bien lo contrario.
me refería al espectáculo propiamente dicho del atardecer.
que existan a diario, muchas veces hace que nos olvidemos del asombro.
en este caso en particular, el de tu historia, ví al flaco altamirano como ese atardecer que te devuelve las ganas sí o sí.
creo que el espíritu 'pumparriba' no depende sólo del contenido de la mamadera. me gusta leerte justamente por el 'elemento' que desbordás.
Gracias Viruta, ahora te entendí a la perfección. Omití deliberadamente el final de la historia porque algunas veces (por lo menos treinta mil en Argentina)mentir por omición es absolutamente necesario para que los finales sean felices (y si no felices al menos esperanzadores y si no esperanzadores al menos abiertos). Te ruego que tomes mi respuesta anterior como la de alguien que le tira de la lengua a su interlocutor intuyendo que este le puede obsequiar otra explicación tan inteligente, sana, feliz y elogiosa como la primera. Y no nos perdamos mas atardeceres que en culquier momento pasa Súperman, el del traje azul y la capa roja, por el cielo, y vuelve el flaco Altamirano, el de la alegría contagiosa, al barrio. Otro abrazo, cómplice.
vuelva, acuerdese de volver
Hola Ju:
Pedirle a un inmigrante que vuelva tiene su encanto. Pedirle a un inmigrante que se acuerde de volver tiene mas encanto todavía. Pero en ambos casos implica demasiadas responsabilidades tanto para el que propone como para el que se fue. Vuelvo a tu blog entonces, me va a resultar mas sencillo e igual de conmovedor.
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