Cupido y el licántropo (dibujo inconcluso) / lápiz sanguina, pastel amarillo, y pastel blanco sobre papel madera / Click sobre las imágenes para ampliar.
Viendo las escenas del tsunami provocado por el terremoto de Japón, me volvió a la memoria una idea recurrente que tengo desde hace algunos años y, de alguna manera, sostenida por la impactante sensación que invariablemente me produce encontrar traspapelado en algún cajón un dibujo sin terminar con sus entrañas, sus muñones o sus deformidades al desnudo, una idea recurrente que por un lado me hace sentir un empuje incontenible por expresar el arte aunque me cague de hambre y por otro una sensación, en gran medida indescriptible, que me convence de la inutilidad de hacerlo. Esta vez escenificada en algún barrio suburbano de la costa japonesa, la idea recurrente me mostraba un cuadro a medio pintar sobre el caballete, algunos pinceles expectantes en la mesa y otros cuantos descansando en forma de ramilletes inmóviles dentro de sus recipientes, una paleta enmarañada de pequeñas montañitas de colores, unos cuantos bocetos apilados y todo el atelier inmerso en un silencio decididamente vital (nunca sepulcral, como se suele decir) y conservado en una esperanzadora nube de olor a trementina. Entonces, suavemente, el punto de vista se me desliza por la ventana y a vuelo de pájaro recorre parte de la ciudad dominada por la calma chicha, atontada por la calma que precede a las grandes tormentas, se posa sobre el estante de una pinturería artística y desde allí, de forma cenital, divisa al dueño del atelier, al pintor que con el abrigo puesto encima de una camisa manchada, le señala al tendero el envase del color de óleo que busca entusiasmado para continuar su obra en el preciso instante en que todo comienza a temblar, en el segundo fatídico en el que la tierra abre una grieta abismal bajo sus pies, se lo engulle así, de sopetón, y se vuelve a cerrar mientras una ola gigante y espectral se cierne sobre la ciudad, sobre la gente, sobre el silencio ahora sí decididamente sepulcral del atelier y sobre el cuadro ya definitivamente inconcluso. En realidad, la idea recurrente no es del todo apocalíptica, ni demasiado pesimista, ni tan pero tan definitiva por más que lo parezca. Solo un poco, le queda un último aliento para rescatar la sinceridad de lo inacabado, la atractiva intriga del final abierto, la interesantísima belleza de lo inconcluso, algo así como el Esclavo que despierta, de Miguel Ángel, o la Adorazione dei Magi, de Leonardo da Vinci, o el postrer dibujo que se le cayó de las manos al prolífico Picasso desde su lecho de muerte al piso, sumado a ese dibujo traspapelado y sin terminar que encuentro cada tanto en algún cajón. En pocas palabras, una corriente artística que bien podría llamarse inconclusismo, cuyos basamentos estarían justificados por los incontables apremios ecológicos en los que el siglo XXI ha sumido a la humanidad entera y por ende, al arte (vaya este relato como un gran abrazo al pueblo japonés).
12 comentarios:
Japón, el gran gigante... como el Titanic, no merecía chocar contra ese iceberg de la fatalidad.
Muy bueno el texto Don Tomi, lleno de pàsión inspiradora!
cupido representa al amor y la bestia de la bella y la bestia la ternura de lo abominable...?
la piel de gallina -no de gallina cobarde-
(vaya este comentario al pueblo de japón también)
En realidad fue el iceberg de la fatalidad el que chocó a Japón, Fraguita, igual tampoco se lo merecía.
La pasión no es otra cosa que lo que se debe hacer siempre pero solo de vez en cuando recordamos que se debe hacer siempre, Andrés, con las respectivas excepciones de aquellos que nunca olvidan que siempre hay que hacer todo con pasión, como viene siendo su caso.
Por el momento le puedo decir que Cupido es un angelito pelotudo, Número Uno, aunque afortunadamente tiene mala puntería y muchas veces nos clava el flechazo en el cerebro y no en el corazón.
Voy a romper una lanza en favor de las pobres gallinas, Aime, injustamente vinculadas a la cobardía cuando en realidad son de las personas que más huevos ponen.
Muchas gracias por su respuesta Don Tomi! Se sale siempre "recargado" de este espacio!
Uno pasa por aca,comenta , ya como participe necesario de semejante crimen.
Le tengo que poner que esta buenisimo ?
La autonomía de vuelo que usted evidencia funciona conectada directamente a su propia e imperecedera energía vital, Andrés, usted no es una pila recargable.
Claro que no hace falta que diga nada, Martín, se perfectamente que ambos somos partícipes necesarios de semejante crimen, y por ende, cómplices, y como usted sabe, la complicidad se lleva a las mil maravillas con el silencio.
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