domingo, 14 de noviembre de 2010

Los llorones

Los llorones I, II y III de la serie "Los deseos no cumplidos" / Bocetos / Click sobre las imágenes para apliar / Lápiz, pasteles, marcador Edding 1200, difumino.

Una de las anécdotas favoritas que mi viejo predicaba a modo de enseñanza estaba contenida en un recuerdo de su niñez. Resulta que cuando era pibe acostumbraba a pasar por el barrio un vendedor ambulante de juguetes. El tipo era un turco de ojos vivarachos, nariz aguileña y sempiterna barba de una semana que cargaba toda clase de baratijas en un carrito desvencijado pero repleto de atractivos colores y tentadores envoltorios de celofán. Pelotas de goma, muñequitas que parpadeaban, ratoncitos a cuerda, trompos de madera, trencitos de hojalata, autitos de carrera, collarcitos deslumbrantes, cajitas de música y un sinnúmero de variedades que se entrechocaban a causa del traqueteo y producían una melodía inconfundible. Los pibes de varias cuadras a la redonda, alertados por el sonido, corrían alborotados a la vereda y rodeaban el carrito boquiabiertos convirtiendo al turco en un alter ego de Papá Noel pero de horario diurno, continuo y semanal.
Las madres, sabedoras del desfalco monetario que podía producir el turco, perseguían a sus crías formando un segundo círculo alrededor del carrito, algo así como una franja de guardaespaldas de la economía doméstica. El turco apoyaba el carrito en un enclenque pié de hierro sobre los adoquines desparejos, los juguetes quedaban inmóviles y se hacía un silencio inexpugnable solo acompasado por la letanía de las cajitas de música, hasta que comenzaba un escrupuloso tira y afloje de murmullos, seguido por un despiadado chantaje emocional que degeneraba invariablemente en una cruenta batalla de regatear deseos.
Normalmente ganaba el turco por biaba y cada pibe se iba encaminando con su deseo cumplido a casa detrás de una madre que refunfuñaba mientras removía el fondo del monedero. Los que quedaban últimos, intuyendo ya sus escasas posibilidades, eran invadidos por un ardor inconfundible en el pecho, una quemazón líquida en los lagrimales que demolía toda heroica resistencia a los gastos superfluos, una despiadada desilusión que podía ablandar hasta la mas avara de las madres. Era el momento en que el turco, viendo ese puchero dibujado en los mentones, ese temblor desmoronando los labios, se acercaba a las orejitas rojas de berrinche pero atentas de esperanza y les susurraba garrapateando un idioma entre pseudo otomano y pseudo argentino, con su voz ronca y vendedora, una frase que hizo historia en el devenir secular del barrio -Yora, nene, yora, así máma compra juete-. El estallido del mar de lágrimas del desconsuelo, último recurso del patetismo, acompañado por la circunstancia agrabante de la baba y de los mocos, era inevitable.
El deseo, propiedad intelectual exclusivamente humana, es una mano que la mente proyecta desde la cabeza y extiende a través del espacio hacia el objeto deseado con la intención de alcanzarlo y hacerlo propio. Cuanto mas fuerte es el deseo mas se materializa su cumplimiento, pero normalmente, debatiéndose en el implacable océano del desaliento, en la atmósfera yerta del desencanto, el fantasma espiritual de esa mano psicofísica no alcanza a aparecer o queda hecha un muñón a mitad de camino, manca, incumplida, sin agarrar lo que desea. Entonces, como informes vendajes en la memoria, como desprolijos esparadrapos que hace el olvido, quedan para siempre los deseos no cumplidos.

22 comentarios:

Manuel Aranda dijo...

Tremendos bocetos, tremendos dibujos tremendos gestos.
Lágrimas tremendas.
Como puedo, me hago cargo de todo el dolor de esta nena, que moja más allá, mucho más allá del papel.
Tremendo,Tomi.

Raul Avila dijo...

mas lagrimas!........cuando era niño( hace años....) pasaba por una tienda que tenia en su vidriera un par de colt con su funda y cinturón....
Pegada la nariz al frío vidrio observaba todos sus detalles,...... revolver de brillante metal, cilindro, de balas, cachas blanco marfil, en fin ....
Cierto dia un tío vio mi metejón y simplemente compro el ansiado conjunto y me lo regaló....
Casi al borde del infarto abrí el envoltorio febrilmente hasta olvidándome de dar las gracias y.....empezó el cruel desengaño....el ¨colt¨era de plástico muy liviano, la imperfecta matriz dejaba ver la unión de las dos partes del juguete con una rebarba espantosa cual un cicatriz queratosa, las cachas estaban pintadas de blanco con desprolija factura...por el orificio del cañón donde no llegaba la pátina del niquelado se entreveía el verde grisáceo del plástico en que estaba confeccionado..........
Como por arte de magia el engaño sin el peso y bruñido metal y cachas de nácar de aquella cosa eclipsó toda fantasía y entre al tobogán de la desilusión....
Después vinieron las lágrimas del cruel desengaño.

saludos Tomi

viruta dijo...

También hace algunos poquitos años (medio siglo, más o menos) la niña que hoy garbatea con tiza en esta baldosa de tu patio, cayó en cama; dolencia que según nuestro doctor de cabecera, el doctor Deparci, y por la fiebre tan alta que me aquejaba, requeríría de un antibiótico que dada mi edad, debería ser en cápsula. Cosa que, caprichosa, cabrona y rebelde la quetejedi, se negaba rotundamente a tragar.

Es entonces que aparece en escena papá Santiago, quien con voz firme y grave, pero calma, espeta: si tomás sin chistar la pastillita, cuando sanes, papá te va a llevar a la juguetería maaaaás grande del centro y podrás elegir el juguete que se te antoje, no importa el precio. Frente a tan convincente promesa no lo pensé dos veces y glup, adentro! me tragué y sin atascamiento alguno, el enorme torpedo. La palabra del viejo era palabra santa, como casi todas las palabras de todos los viejos y los no tan viejos, por aquellas épocas. Una vez curada y ya en la entrada de lugar prometido, un universo de juguetes de toda calaña, tamaño, mezcla de olores y colores, me cayó encima en cascada. Sin dudas, esperaban por mí desde aquel día. Contrariamente a lo esperado, no tardé más que unos poco minutos en hacer la elección, y mirando de modo decidido a mi viejo y con sonrisa valiente, levanté el dedito índice hacia el gran esperado objeto: un primoroso balero.

el Tomi dijo...

-¿Porqué no se caerán para adentro de los ojos las lágrimas?...¿porqué no se caerán en un baldecito atrás de los ojos así después uno las tira en otra parte para que nadie lo vea?- pensó el Chiripa un día que no podía contener las lágrimas delante del aparentemente imperturbable Conejo.
Nada hay más melancólico que una lágrima corriendo la tinta de una palabra escrita sobre un papel, Manu.

el Tomi dijo...

Y menos mal que al tío se le ocurrió regalarte un revolver de juguete made in taiwan, Raulito, porque entre la imaginación que tenés y la desilusión que te agarraste, si te regalaba una pistola de cebita, ahí nomás te cagabas de un tiro.
Después, con en el devenir del tiempo, nos fuimos dando cuenta que por lo que hay que llorar es por el engaño y no por el desengaño.

el Tomi dijo...

¿Porqué será que cuando somos pibes derrochamos toda esa hipocresía inofensiva, toda esa pusilanimidad sincera que traemos por naturaleza y no nos ahorramos ni un poquito para cuando somos unos grandotes pelotudos?. Puedo imaginar perfectamente ese dedito índice señalando el primoroso balero, Viruta. -Confieso que he vivido- diría Pablo Neruda.

Tatúm dijo...

Che viejo...!
No das tiempo a nada !!!
Iba a hacer un comentario sobre la tremenda historieta de la entrada anterior, y me encuentro con estos tremendos dibujos recien colgados. Ahora no se que carajo comentar, alucinado como estoy, con los dos dibujitos a lápiz de abajo
Besos a todos
Las lágrimas no me dejan seguir escribiendo

champloo dijo...

Gracias por su visita maestro! siempre imprevistas, son como los parciales que no rindo al ser un incansable desertor de los estudios.

el Tomi dijo...

No me llore de esa forma, Tatita, y menos usted que vive en una isla, rodeado de agua salada, a ver si todavía se nos va a quedar ahogado en llanto, como decía Contursi, en esta tarde gris.

el Tomi dijo...

Por eso de ser un incasable desertor de los estudios no se preocupe demasiado, Nico, usted ya sabe, soldado que huye sirve para otra guerra.

Tatúm dijo...

Está bravo el otoño
Melancólico y luminoso
Miro caer las hojas de la morera
y rompo a llorar
Así no hay quien pinte!

Tatúm dijo...

Aunque yo, tengo más posibilidad de quedar ahogado en vino , que en llanto amigo Tomi

CapoCosmico dijo...

no paras un minuto TOmi, que inspirador loco!!!
te dejo un abrazo, y una empanada de carne cortada a cuchillo... te va? (pone el vino que ya estamoo)

el Tomi dijo...

Está hecho una lágrima, como la selección española de fútbol, Tatita, pero usted no permita que un árbol no le deje ver Del Bosque.

el Tomi dijo...

Entre ahogarse en el mar y ahogarse en vino, ahogarse en vino, sin lugar a dudas, Tatita, ahora, le queda la alternativa intermedia a la que podríamos llamar marino etílica, es la que practica mi amiga Nilda, una sirena ahogada en vodka. Déjeme que se la presente. http://sirenasahogadasenvodka.blogspot.com/

el Tomi dijo...

Mirá que bueno soy, Leonardo, para festejar este reencuentro pongo la bebida, media botella de priorato catalán, y de la empanada de carne cortada a cuchillo, te dejo la mitad de la aceituna. Un abrazononón, cómplice.

CapoCosmico dijo...

Otro, loquito!!

Tatúm dijo...

Mucho gusto Sirena
Es un honor presentarle mis respetos
y a usted querido Tomi
Cuando es eso de las empanadas y el vino del priorato?

el Tomi dijo...

Aguánteme, Leo, termino de lavar los platos, hago la cama, tiendo la ropa, barro, voy a hacer las compras, preparo la comida y listo, publico otro dibujito.

el Tomi dijo...

Todo virtual, Tatita, la media botella de priorato catalán, la empanada cortada a cuchillo por el medio e incluso la mitad de la aceituna...todo salvo la amistad del Capocósmico y la Sirenita, tan tangibles como un abrazo de gol.

Marycel dijo...

Supremo texto, supremo dibujo. El del medio es mi favorito.
Me encanta cuando escribís estas cosas, cuando te metés en la piel de los chicos, sos un maestro en eso.

el Tomi dijo...

Es que no soy un maestro, Maricel, soy un chico (usted sabe, las apariencias engañan).