domingo, 3 de agosto de 2008

Los vuelos rasantes del ángel delator

Cañete. Ilustración (detalle) para la portada del segundo número de la revista “Ángel de lata" (julio/agosto del 2001). Caño para los amigos, se suicidó en una celda (según la policía) por el nada convencional método del ahorcamiento vertical. Era un pibe y todavía no se ha hecho justicia. "Con un caño" (el relato que puede leerse mas abajo) nos lo dedicó el ángel delator a nosotros con la intención de que lo repitamos a modo de oración para invocar justicia cada vez que descubrimos una injusticia. / Lápiz sanguina, lápiz sepia dunkel 263, pasteles, lápices de colores, grafito, difumino y témpera sobre papel madera.
Hace poco tuvimos una pesadilla colectiva. Estábamos todos presos, todos, ustedes y nosotros. Mirábamos las paredes húmedas, las rejas, el sol afuera. Pensábamos, a veces la vida se parece al saqueo de un supermercado. Algunos hombres se llevan whisky y calculadoras eléctricas, algunos muchachitos cargan paquetes de lentejas y papel higiénico, una madre joven corre hasta la góndola de lácteos, muerde un sachet se leche y se lo enchufa en la boquita al bebé que lleva en brazos.
Nos habían cagado a patadas, estábamos cansados, queríamos salir, estar libres. Teníamos un poco de hambre, nos dormíamos, soñábamos. Alguien pateó la puerta, se nos acercó, nos agarró de los pelos. Pataleábamos, estaba oscuro. Nos puso una soga al cuello a todos, a ustedes y a nosotros.
La soga raspa, duele, arde, el cuello se nos hinchó, se nos puso colorado. La lengua se nos escapaba entre los labios a pesar de que apretábamos los dientes. Nos defendíamos como podíamos, desvelados, con gusto a adrenalina y el corazón a mil.
Se nos agrandaron los ojos, se nos achicó el aire, se nos partieron las cervicales, nos colgaban los pies a todos, a ustedes y a nosotros.
A veces la vida se parece al saqueo de un supermercado, pensábamos. Alguien tiró mas de la soga, como para asegurarnos la muerte. Nos despertamos cubriéndonos la garganta con las manos, apoyamos los pies en el piso mojado y sucio. El único que no se despertó fue Cañete. El problema era que todos éramos Cañete y que Cañete no se despertó porque estaba muerto, estaba ahorcado.
Dos cosas nos quedan claras. Una, que en esta pesadilla la urgencia es un sachet de leche y dos, que todos somos Cañete. Pero Cañete fue el único que no se despertó, así que le pedimos perdón por haberlo dejado dormido. Le pedimos perdón todos, ustedes y nosotros.