Cuando la ley te espiaba las mandarinas se ponían mas gordas, mas jugosas, les crecían mas gajos, se hacían mas y mas tentadoras y recuperarlas se volvía mas justo. Cuando la ley te espiaba el clima se ponía mas tenso y la tensión dibujaba aventuras en el aire, aventuras con forma de mandarinas robadas. Cuando la ley te espiaba las mandarinas se transformaban en manjares de los dioses, en jugo y pulpa de la mismísima vida.
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