Dime cuanto tiempo resistes las imágenes de los vientres hinchados de los niños desnutridos de Bangla Desh, las moscas merodeándoles los labios, las piernas y los brazos hechos hueso, los ojos enormemente tristes. Dime cuanto tiempo, y te diré quien eres.
Donde te fuiste tango
que te busco siempre
y no te puedo hayar
Te juro por mi vieja
que si no te encuentro
me pongo a yorar.
Dice el Quijote -Si bien es cierto que el futuro ya está escrito no es menos cierto que está sin publicar, así que la historia es inédita hasta que la publica la memoria de la gente-.
Se podría decir que para componer, mi compañero de trabajo Isidoro Gilbert y yo, utilizábamos para el periodismo el celebérrimo sistema de los Beatles, uno en su lugar de trabajo escribía y el otro en el suyo dibujaba. Luego en la redacción del diario El Ciudadano se fusionaban las tareas y se publicaban con un titular que, me parece recordar, lo decidía el jefe de redacción de turno, inspirado, quiero creer, por las sendas obras que tenía ante sus ojos. Ya desde aquel entonces, cuando veía la obra final editada, me embargaba un sentimiento tan anticipadamente nostálgico como posteriormente deleitante, mezcla de visión futurista e intuición de perdurabilidad. 
