martes, 30 de marzo de 2010
La entrevista imposible
sábado, 27 de marzo de 2010
Viva la patria
miércoles, 24 de marzo de 2010
Cumbia Villera
El barrio me sospecha
A ver si aprenden algo, cabeza de chorlitos,
Que incultura se escribe con ese de traición.
Prefiero ir al banquete que me invitó el delito
pero con las dos manos lavadas con jabón.
Si no, se va a la puta, no quiero compañía,
a mi dormir en jaula me hace mal al riñón,
prefiero el cruel silencio a la cruel melodía
y al cómplice silbando que al cómplice cagón.
Escondido en la zanja burlar al policía,
huir hediendo pestes pero con el millón,
prefiero los ahorros pero sin alcancía
y mas que a los chanchitos de barro, al de jamón.
Yo iba para bombero, pero quemando etapas
llegué a los dieciocho con la jubilación.
Prefiero ser un viejo repartidor de plata
ahora que soy joven, apuesto y buen ladrón.
Me gusta hacerme cargo del robo en su autoría
y explicarle a los pueblos que el banco es el hampón,
prefiero darme el gusto mientras esté con vida
y no que tenga el gusto el que tape mi cajón.
Que el barrio me sospeche como a los ex convictos
mientras despeino rubias adentro de un galpón.
Prefiero ser juzgado y no ser veredicto
y no jurar la Biblia ni la Constitución.
domingo, 21 de marzo de 2010
Primaveras de marzo
viernes, 19 de marzo de 2010
Día del padrón*
jueves, 18 de marzo de 2010
Los derechos del niño (1991)
lunes, 15 de marzo de 2010
Chapita y pintura
sábado, 13 de marzo de 2010
Barrababa (malababa)
El muchacho supo ser el principal ladero de su padre cuando entre ambos lideraban la banda de Los chaperos, principales ocupantes del paraavalanchas de la barra brava de Rosario Central hasta el inicio de la presente década. Pero ya hacía unos ocho años que no iba al Gigante de Arroyito. Fue después de caer preso por una de las varias causas que tuvo en su vida y que lo depositaron en una celda de la cárcel de Coronda, allá por 2004 (ver aparte). Cuando recuperó la libertad, a fines de 2006, dijo haber dejado de lado su pasión futbolera, volvió a su casa de la zona suroeste de la ciudad junto a su familia y se dedicó a otros negocios. Y fue este nuevo camino elegido el que finalmente lo llevó a la muerte, según indican todas las pistas. Se trata de Juan Alberto Chaperito Bustos, un tipo de 36 años que la noche del jueves recibió cuatro balazos en su cuerpo frente a la puerta de su misma vivienda. Hasta allí lo fueron a buscar dos hombres montados en una moto para cobrarse una deuda que, hasta el momento, nada tendría que ver con presuntas rivalidades entre barras.
viernes, 12 de marzo de 2010
miércoles, 10 de marzo de 2010
Tomí, le canaille (Tomi, el canalla) II
sábado, 6 de marzo de 2010
Adrián Abonizio, hombre lobo rosarino
viernes, 5 de marzo de 2010
Ángel de lata
Pajaritos en la cabeza
-Yo prefiero estar afuera de la ley que adentro de la cárcel- dijo Jeremías adentro de la cárcel. Y reclinado sobre la reja de la celda sintió una extraña sensación, algo así como si el brazo que tenía para el lado de afuera le pudiera sacar el resto del cuerpo de ahí adentro por entre los barrotes. -La verdad que no se que mierda hicimos para que nos encierren aquí- agregó contundente a pesar de la duda. Los otros dos lo miraron cómplices pero con cara de sabemos perfectamente lo que hicimos, robar un paquete de Criollitas y una lata de picadillo de carne. -¿Vos cuántos años tenés...once...doce...?- continuó Jeremías, levantando un poco la voz, con la intención de que alguno de los guardias tomara nota en lugar de tomar mates a la sombra de la galería. -¿Y vos trece, no?- prosiguió. Los dos amigos ni se inmutaron, mostrando una complicidad poco responsable, una complicidad menor de edad, aún cuando Jeremías recién cumplía catorce y tal vez reconociendo que algo habían robado pero que ya se lo habían comido. Robar para calmar el hambre es mas parecido a un regalo que a un robo, pero andá a explicarseló al estómago de la ley, experta en abarrotar las cárceles de delincuentes menores acusados de cometer delitos mayores y de indultar delincuentes mayores considerando el delito menor. Jeremías miró a sus amigos como a dos ratones acobardados. Con el brazo que tenía para afuera calentado por el solcito y el resto del cuerpo helado de indignidad les clavó una mirada como una chuza y les dijo -¿Qué pasa pelotudos?...¿Se cagaron?...-. A lo mejor creyó que diciéndoles pelotudos los iba a hacer crecer de golpe, los iba a avivar, les iba a espantar la inmovilidad que imponen las celdas, pero los otros dos apartaron la vista inmediatamente y no se dieron por aludidos. Afuera la luz de la tarde les hacía ver que se estaban perdiendo el día, con lo que cuesta ganarse el día hoy en día. Adentro lo único mayor de dieciocho era la humedad. Afuera la luz y las mentiras, adentro la oscuridad y el hambre. Un par de gorriones solidarios que robaban miguitas de pan del patio de la comisaría levantaban vuelo una y otra vez empecinados en enseñarles el camino de la libertad. Jeremías era el único que les prestaba atención, que estudiaba el plano de la fuga cada vez que despegaban. Después, con la mirada perdida en unas nubes donde los gorriones se transformaban en puntitos, volvió a hablar -A mi no me sale pedirle justicia al gobierno- los otros dos lo volvieron a mirar expectantes, como si cada palabra de Jeremías tuviera ruido a llave abriendo la puerta -Yo lo que le pediría al gobierno es que no sea tan injusto- remató después de meditar un poquito. Los otros dos se debatían en la incertidumbre provocada por las certezas de Jeremías. Rebobinaban las imágenes del pecado cometido y lo proyectaban. Veían un paquete de Criollitas y una lata de picadillo de carne robados repetidos hasta el cansancio. Se arrepentían en secreto, no sabían si se sentían demasiado culpables para salir en libertad o demasiado inocentes para seguir presos y practicaban confesar con la vista y llorar con el orgullo-. ¿Pero cuántos años nos pueden dar por robar un paquete de Criollitas y una lata de picadillo de carne, tarados?...¿Eh, cuántos?- les increpó una vez mas Jeremías, enojado. -¿No se dan cuenta que los años que tenemos no nos alcanzan ni para sacar el DNI?-. Pero no había respuesta, todo eran esperanzas en pañales, salvo los pantalones largos de la certeza de Jeremías, que al final se cansó y les gritó -¡Pendejos de mierda, ustedes no van crecer nunca!- y se quedó todo el rato mirando para el lado de afuera, para el lado de la libertad.
Hemos aprendido a decir justicia con dificultades. Palabra compleja para los vocabularios coloquiales y lujosa para un país donde en lugar de justicia se decía me las vas a pagar, un país en el que se postergó interminablemente la condena de los mayores asesinos de la historia y se quiere adelantar aceleradamente la imputabilidad de la inocencia presente de los menores. No se trata de aplicarles el rigor de la ley, se trata de explicarles la ley sin rigor.
Así las cosas -Yo prefiero estar afuera de la ley que adentro de la cárcel- volvió a decir Jeremías adentro de la cárcel.